27.9.07


Escrito por Melmoth

3.Película (Análisis de las consecuencias sobre el cine como arte).

Para empezar no cuesta admitir, por lo obvio que resulta, que el apartado técnico y diseño artístico de la tercera entrega esta saga es digno de alabar. Tanto los efectos especiales (que en el desenlace de la película ofrecen imágenes de una espectacularidad innegable, apoyándose en los hombros de los genios digitales (que conforman el segundo centro tecnológico mundial, sólo por detrás de la NASA en cuanto a desarrollo informático se refiere) de la compañía fundada y propiedad de George Lucas, ILM), como la bellísima y épica banda sonora de Hansz Zimmer, pasando por otro nuevo trabajo espectacular del director de fotografías Dariusz Wolski (responsable así mismo de las bellas imágenes de las otras dos películas de la trilogía y también de películas muy hermosas en lo visual cómo lo es la estupenda, y muy infravalorada, Dark City de Alex Proyas, gran ejemplo de cómo llevar a la pantalla el género del Ciber-punk, sin tener que abusar de efectos especiales si no fiando la efectividad de la película a su historia) y un más que perfecto diseño de producción, vestuario y maquillaje, confirman la calidad de los talentos responsables de dar vida (en lo visual) al imaginario de la película.

Pero, sinceramente, teniendo en cuenta que el presupuesto de esta última entrega asciende a 300 millones de dólares, el presupuesto más abultado de toda la historia del cine (para que nos hagamos una idea rápida de lo que significa ésta cifra, cualquier entrega de “El señor de los anillos” no superó los 90) ¿Se podía exigir menos? El que estos apartados brillen a gran altura es consecuencia del poder económico que sustenta la producción y, por ello, no pueden considerarse como un mérito notable pues son fruto del dinero. Es en análisis de la historia (escrita por Ted Elliott y Terry Rossio, autores así mismo del libreto del Cofre del hombre Muerto y orquestada de manera impersonal por el siempre gris Gore Verbinski, auténtico comodín al servicio de los caprichos de la industria, cuando el deseo es el de producir una saga de éxito en el menor tiempo posible y corriendo pocos riesgos) donde encontramos los motivos que sustentan el subtítulo de este apartado y es que, ciertamente, el triunfo de una película con un argumento como éste supone un peligro manifiesto para la supervivencia del cine como vehículo para contar historias.

Lo supone porque la pareja de guionistas no ha elaborado una historia, se ha limitado a ofrecer al público lo que creen que el público desea consumir. Han afrontado ésta tarea, además, de una forma torpe y cobarde, inflando la historia con personajes y tramas paralelas que solucionan de la manera más rápida e inconsecuente. No les ha interesado en ningún momento el establecer un vínculo emocional entre los espectadores y los personajes de la película, sólo se han aprovechado de que ese vínculo existe merced al éxito obtenido por la primera parte, porque, en realidad, han concebido las dos secuelas de “La maldición de la perla Negra” como una extenuante película de casi seis horas cargada de secuencias de acción (que se encuentran completamente desaprovechadas, pues se acumulan en su segunda parte hasta saturarla y apenas se encuentran en su tercera, sin que su ausencia sea suplida, en ningún caso, con una buena historia o un tratamiento profundo de los personajes), cambios constantes en las relaciones que sostienen los personajes (hasta el extremo de que la definición independiente de la personalidad de los mismos se desdibuja, adoptando decisiones incomprensibles para el punto de partida que se nos planteó en la primera parte) y una sobrecarga de chascarrillos infantiles (que pretenden resultar humorísticos pero que no lo consiguen) para terminar de “redondear” su propuesta.

Pero es que lo realmente importante y preocupante es que consiguen que el modelo tenga éxito y no es coto privado de esta saga el vacío argumental, no, basta echar un vistazo a la cartelera para darnos cuenta de que ésta nueva pasión por las secuelas ya no lleva asociado el interés por contar una historia, si no que el interés radica en manufacturar un producto a base de imágenes e ideas sueltas, trenzadas antes por la urgencia de que el producto se encuentre disponible con la mayor brevedad en el mercado cinematográfico que por la coherencia de alcanzar una lógica satisfactoria en la narración, confiándolo todo al éxito de una ambientación de fiabilidad comprobada.

Si nos fijamos en como se orquestan los tráilers de ésta y otras producciones (Spiderman 3 o Shrek 3 resultan buenos ejemplos a añadir), el bombardeo de secuencias espectaculares es incesante, acompañados por una música ajustada a la perfección con el ritmo acelerado que tienen estos avances y la inclusión de momentos románticos y humorístico, para amenizar a la platea. Ésta estrategia promocional consigue ocultar, a base del ruido y la fascinación que provocan sus imágenes, la realidad de su escasa o inexistente historia. Spenas se nos cuentas detalles sobre el argumento que vayan más allá de la diferenciación de personajes (los héroes, los villanos, la chica, los personajes humorísticos, como si fuera una comedia del arte en el que cada personaje tiene adscrito un rol en el que sólo se altera su look visual), con el objetivo de que la grandiosidad de la secuencias se graben en la retina del espectador, generando un entusiasmo que no nace de su deseo de conocer una historia, si no al contrario de el poder contemplar tal o cual escena de acción que promete ser lo nunca visto.

Por ello, mientras el espectador siga aceptando el vacío argumental y conformándose con una batería de fuegos de artificio, los productores ejecutivos estadounidenses seguirán explotando un modelo que resulta mucho más cómodo y sencillo de realizar, porque lo único de lo que tienen que preocuparse es de la inversión inicial de capital y, sobre todo, de lograr una campaña publicitaria que resulte efectiva. Así las historias quedarán desterradas de la pantalla, al no existir el interés por parte de los estudios de apostar por la originalidad y el deseo artístico, que siempre resulta más arriesgado que la manufactura industrial de rápido y olvidable consumo.

Pero hay un riesgo en su estrategia, una cara oculta en su moneda de la suerte que acabará por ver la luz. Si el bombardeo visual se mantiene e incrementa al ritmo vertiginoso que auguran la escalada de las superproducciones sufrida durante estos últimos años, la saturación acabará por insensibilizar al espectador, que contemplará el artificio con progresivo aburrimiento pues el techo en lo espectacular se habrá alcanzado y la falta de sorpresa apagará por completo el interés en seguir acudiendo a las salas para ver más de lo mismo. En ese día, desesperados, los ávidos negociantes de este mundillo acudirán a la puerta de los cuenta cuentos que hoy desprecian y, tal vez por un azar irónico, no respondan a su llamada.

4.Conclusión (Qué podemos hacer para cambiar las cosas)

Por todo lo comentado, la llave queda en nuestras manos. Debe ser nuestra exigencia ante la mediocridad y el encubrimiento de la falta de ideas presente en el cine de consumo norteamericano, la que provoque un cambio de actitud en la producción en cadena de argumentos trillados y ya vistos, presentados, con mezquina habilidad, en un envoltorio tan llamativo como vacío. De nosotros depende que las verdaderas historias (aquellas que ofrecía antaño la gran Disney, responsable así mismo de este despropósito basado en una atracción de su parque temático, o las aventuras de arqueólogos de látigo y sombrero, de caza recompensas espaciales y princesas en apuros, de amistad entre seres de otros mundos y de la fascinación infantil por el “saber que viene después”) regresen para encandilarnos con la belleza de sus miserias y glorias. En tu mano está lector la decisión y en el dinero de tu bolsillo.
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Posted by Publicado por Guille en 23:02
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