2.10.07


Escrito por Jorge Lopez F.
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El asunto ha vuelto a saltar a la palestra tras la noticia de la que numerosos medios se hicieron eco estos últimos días: el grupo Ábaco, propietario de cuarenta y dos complejos multisala, ha anunciado suspensión de pagos. ¿Qué consecuencias tiene esto? Pues son bastante evidentes. En primer lugar, mil doscientas personas se quedarán sin empleo. Empezamos bien, como podéis ver. En segundo lugar, un gran número de personas, incluyéndome a mí, se quedarán sin una sala a oscuras donde poder disfrutar del séptimo arte. Jauja, sin duda. En tercer lugar, y no menos importante, esto sirve para confirmar la creciente tendencia del público español (y de todos los países avanzados) a dejar de peregrinar a los santuarios del celuloide donde esperaban interminables colas con el fin de lograr una butaca en la sala. Podía ser en primera fila si no nos importa destrozarnos el cuello, o en la última si vamos con nuestra pareja y lo que más nos interesa es estar en una simple sala a oscuras. Cada uno tenía un rito para el cine, pero todo ello está cambiando en esta sociedad.

Ahora toca preguntarse cuál es el motivo de esa escasez de espectadores de las salas de cine (si no os lo creéis, id a una sesión a las 4 de la tarde y lo comprobaréis). ¿Cuál puede ser la razón? ¿Será, como dicen los responsables de Ábaco, que el cine español tiene poco tirón y les provoca grandes pérdidas económicas al verse obligados a programarlo en cartelera? Parece poco probable. La mayoría de las películas exhibidas son extranjeras, sobretodo del sempiterno Hollywood, e incluso éstas sufren el descenso de espectadores. Busquemos otro motivo, entonces. Quizás la culpa sea de las descargas piratas por internet. España encabeza la lista de descargas ilegales en Europa, así que más motivos para sospechar de ello. Pero este problema no ocurre sólo en nuestro país, por lo que tiene que haber otra razón en la cultura occidental que se pueda aplicar a países con un volumen de descargas piratas mucho menor. Entonces nos damos cuenta de que el verdadero motivo es la simple preferencia por el visionado de películas en casa, en España en muchas ocasiones piratas, y en otros países, alquiladas o compradas en mayor medida. ¿Por qué preferimos verlas en nuestro sillón? Indudablemente tiene ventajas, como el sencillo pero indispensable botón de “Pause”, la disponibilidad de comida, bebidas o cualquier otro producto a mano, la comodidad de nuestro sofá favorito o los posibles jugueteos con nuestra pareja (si tenemos, claro; no os piquéis los que estéis disponibles en estos momentos). Aunque pierde el encanto de la gran pantalla, su esplendor e imponencia. Pienso que, ponderando las ventajas y carencias, sale ganando la gran pantalla a la hora de ver una película que realmente te interesa. Pero no he citado un factor tan importante como éste: ver una película en casa es un acto totalmente individual, no implica la ejecución de ninguna especia de ritual social como es peregrinar a las salas de cine. Y esta sociedad es cada vez más individualista, tendencia de la cual yo tampoco me libro; mea culpa. Los niños tienen móvil a una edad cada vez más temprana, lo que les facilita la comunicación entre ellos sin la necesidad de jugar juntos en el parque o aprovechar al máximo el recreo del colegio. Estamos aprendiendo a relacionarnos mejor a través de aparatos electrónicos que en contacto directo. El cíber-amor, el cíber-sexo, la inmensa popularidad de los chats, las agencias de contacto por internet, las tiendas virtuales, juegos on-line que simulan una vida real (Second Life, por poner un ejemplo)... Preferimos interactuar a través de una máquina, y no establecer contacto en persona con otros seres humanos. Por eso nos decantamos por ver las películas en casa, solitos o con personas que conocemos perfectamente, evitando las colas, muchedumbres y conversaciones ajenas que preferimos no escuchar.

¿Hacia dónde se dirige esta sociedad? Hacia el individualismo absoluto y el desprecio a la realización de actividades en conjunto. Es posible que evolucionemos tecnológicamente, pero la involución social es bastante evidente en ciertos círculos de la sociedad. Y la crisis de los exhibidores cinematográficos es sólo el comienzo de ello. Acabaremos trabajando en una minúscula sala, aislados de los compañeros de trabajo, como Sam Lowry en 'Brazil'. Pero habrá una importante diferencia. A él le imponían ese exhasperante entorno de trabajo. En nuestro caso será por elección propia.


Posted by Publicado por Guille en 13:41
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen articulo jorge enhorabuena, aunq creo q t falto destacar el elevado precio. Estoy convencido q si en lugar de 6 euros la emtrada del cine fuese 3 euros la gente irtia con muchisima más frecuencia a los cines.

Fdo:toomuchlove

Jorge López Fernández dijo...

Yo creo que el precio elevado sólo impide a algunas personas ir al cine, porque en otros países la entrada está más barata (3-4 €), incluso con sueldos más elevados que los nuestros, y la gente está dejando de ir igual que aquí. No digo que no debamos tenerlo en cuenta, pero dudo muchísimo que sea uno de los factores clave a nivel global. Creo que el individualismo es la principal causa de este problema por encima de los precios (lo cual nos lleva a las descargas pirata). Los grandes espectáculos de masas requieren un grado de fanatismo bastante alto para que la gente siga acudiendo a ellos con regularidad. El fútbol o los conciertos de muchos artistas lo tienen, por ejemplo, pero el cine, por lo general, no. No sé qué estrategia seguirán para aguantar la catástrofe que se les avecina a muchos, pero creo que las películas interactivas quizás sean uno de los caminos que se planteen seguir, aunque sean una auténtica aberración para los cinéfilos.

 
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