Escrito por DelleAlpi, Visita su blog http://futbolera-dellealpi.blogspot.com/
De un tiempo a esta parte es una auténtica revolución lo que se está viviendo en el ámbito deportivo español. Antes el fútbol era como el “Rey Sol”; era el que copaba las conversaciones matutinas del lunes con la jornada liguera, del martes y miércoles con la Champions y la Copa del Rey, y del fin de semana, de nuevo gracias a la liga.
Tomando palabras de Sampedro, es como la nueva religión. Si un ser de otro planeta llegara un domingo a media tarde al nuestro, y más concretamente a España, seguiría a regueros de gente hasta el edificio de culto - los estadios de fútbol-, a adorar al nuevo Dios -el balón-, todo ello gracias al maestro de ceremonia -el árbitro-.
Esto, gracias a la salud de nuestro deporte, está disminuyendo. Sobre todo de un par de años a esta parte. Hemos pasado de hablar de Raúl, Ronaldinho y Torres, a hacerlo del seguro médico de Garbajosa; de lo tramposo que es un tal Hamilton, o de lo graciosillo que es un tal Djokovic imitando a nuestro Rafa Nadal.
¿Quién o qué tiene la culpa de todo esto? Sin duda alguna el propio fútbol; lo superficial que se está volviendo, y la poca salud que tiene nuestra Selección en comparación con la de otros ámbitos deportivos. Que ahora nos importa más lo que cobran los futbolistas o el peinado que ponen a la moda, que su pierna buena o lo bien que remata de cabeza. Que nuestra Selección de fútbol se las ve canutas para jugar a eso, al fútbol; y la de baloncesto, voleibol, fútbol sala, van cosechando éxitos allá donde van.
Se que comparar no es del todo justo porque el deporte se basa sobre todo en rachas, pero es muy difícil no acordarse de varios jugadores de fútbol que se borran de los partidos, por ser contra rivales flojos; y compararlos con estos jugadores de baloncesto que se mueren por jugar aunque sea contra un equipo de barrio.
La conclusión de todo esto no es negativa; todo lo contrario, es lo más positiva imaginable. Esto demuestra la buena salud de nuestro deporte y de nuestros deportistas, y lo que es mejor aún, que España está pasando de una “Cultura del Fútbol” a una “Cultura del Deporte”. Nuestros hijos ya no quieren ser Raúl o Torres; ahora quieren ser Gasol, Nadal, Alonso, Falasca... Que nuestros hijos se miren en más de un espejo, nos beneficia a todos.

Tomando palabras de Sampedro, es como la nueva religión. Si un ser de otro planeta llegara un domingo a media tarde al nuestro, y más concretamente a España, seguiría a regueros de gente hasta el edificio de culto - los estadios de fútbol-, a adorar al nuevo Dios -el balón-, todo ello gracias al maestro de ceremonia -el árbitro-.
Esto, gracias a la salud de nuestro deporte, está disminuyendo. Sobre todo de un par de años a esta parte. Hemos pasado de hablar de Raúl, Ronaldinho y Torres, a hacerlo del seguro médico de Garbajosa; de lo tramposo que es un tal Hamilton, o de lo graciosillo que es un tal Djokovic imitando a nuestro Rafa Nadal.
¿Quién o qué tiene la culpa de todo esto? Sin duda alguna el propio fútbol; lo superficial que se está volviendo, y la poca salud que tiene nuestra Selección en comparación con la de otros ámbitos deportivos. Que ahora nos importa más lo que cobran los futbolistas o el peinado que ponen a la moda, que su pierna buena o lo bien que remata de cabeza. Que nuestra Selección de fútbol se las ve canutas para jugar a eso, al fútbol; y la de baloncesto, voleibol, fútbol sala, van cosechando éxitos allá donde van.
Se que comparar no es del todo justo porque el deporte se basa sobre todo en rachas, pero es muy difícil no acordarse de varios jugadores de fútbol que se borran de los partidos, por ser contra rivales flojos; y compararlos con estos jugadores de baloncesto que se mueren por jugar aunque sea contra un equipo de barrio.
La conclusión de todo esto no es negativa; todo lo contrario, es lo más positiva imaginable. Esto demuestra la buena salud de nuestro deporte y de nuestros deportistas, y lo que es mejor aún, que España está pasando de una “Cultura del Fútbol” a una “Cultura del Deporte”. Nuestros hijos ya no quieren ser Raúl o Torres; ahora quieren ser Gasol, Nadal, Alonso, Falasca... Que nuestros hijos se miren en más de un espejo, nos beneficia a todos.
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